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Nacer y ser madre en Gaza: "A mis hijos les digo que me perdonen si les pasa algo"

Nacer y ser madre en Gaza: "A mis hijos les digo que me perdonen si me pasa algo"

Médicos atienden a un recién nacido en Jan Yunis, Gaza, después de que su madre, embarazada de siete meses, muriera en un ataque israelí el 28 de julio de 2025.
Médicos atienden a un recién nacido en Jan Yunis, Gaza, después de que su madre, embarazada de siete meses, muriera en un ataque israelí el 28 de julio de 2025. ABDALLAH F.S. ALATTAR / ANADOLU vía GETTY
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Dina Al Ashi tenía 28 años, era madre de dos hijos y estaba embarazada de seis meses cuando comenzó la masacre en Gaza tras la inédita respuesta de Israel a los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023. Es periodista y vivía en el Tel Al-Hawa, un barrio ubicado en el oeste de la ciudad de Gaza, uno de los primeros en ser atacado y destruido por la ofensiva del Ejército israelí sobre el enclave palestino. "Fue catastrófico, fuimos blanco directo de los bombardeos", recuerda. La capital de la Franja se está reduciendo a escombros, sobre todo desde el inicio de la incursión terrestre israelí en la ciudad de Gaza el 16 de septiembre y que en los últimos días, con el acuerdo del plan de Estados Unidos, parece haberse reducido. Allí permanecen medio millón de personas, otras miles han decidido salir.

Mientras las tropas penetraban con tanques y vehículos blindados, Dina y su familia huyeron hacia el sur. Tiene que volver a instalarse, construir una jaima y ver cómo se organiza a partir de ahora. "Estoy cansada y ajetreada, pero no me importa hablar. Lo necesito", dice en una llamada con RTVE Noticias. Le cuesta reconstruir estos dos años de pesadilla. "Los primeros meses de esta maldita guerra fueron mis últimos tres meses de embarazo", protesta. Tuvo un dilema: proteger a sus dos niños de ocho y seis años, o al que llevaba en su vientre. "El mayor sabía perfectamente lo que estaba pasando", alega y, en los momentos más difíciles, le "agarraba la tripa mientras consolaba a los otros dos".

"He actuado con mucha contradicción como madre. Pasaba de la vulnerabilidad a la fuerza, del llanto a actuar como si nada", confiesa. En un contexto tan adverso, reconoce que lo más difícil es ser madre y estar embarazada. "Todos los días luchamos contra la muerte, incluso durante las treguas nos bombardeaban". Más de 66.000 personas han sido asesinadas en estos dos años de ofensiva, según datos del Ministerio de Sanidad de la Franja, la mayoría de ellos niños y mujeres. De hecho, la población gazatí había disminuido hasta un 6% en enero de 2025, según el último censo de la Oficina Central Palestina de Estadísticas (PCBS). Quedan 2,1 millones de personas.

En estos dos años, el número de partos ha disminuido y el de los abortos se ha disparado, destaca la matrona y especialista en salud sexual y reproductiva de Médicos Sin Fronteras Yasmin Sabri Abu Shnaineh en una videollamada desde el hospital Nasser en Jan Yunis. En un contexto tan caótico, la planificación familiar no existe, pero tampoco hay anticonceptivos. De las mujeres que se quedan embarazadas, "la mayoría no quieren tener al bebé", dice.

La guerra es el peor enemigo de la maternidad. "Nosotras nos hemos olvidado de que existimos como mujeres. Hacemos lo imposible por proteger a nuestros hijos. Hay muchas que rezan para no quedarse embarazadas", coincide Dina. Su embarazo estaba muy avanzado, por lo que ya no podía abortar. Lo llegó a pensar, aunque reconoce que en la sociedad palestina "interrumpir el embarazo está muy mal visto". Cuando llegaron los días de dar a luz, la tristeza se apoderó de su rostro: "No concebía parir sin mi madre y tenía mucho miedo", explica. Sus anteriores partos fueron por cesárea y en esta ocasión al llegar al hospital le dijeron que no había anestesia.

Organizaciones como Médicos Sin Fronteras llevan meses alertando sobre la falta de suministros de anestesia. "Se administran dosis menores, no hay suficiente para repartir a todos y todo lo que se necesita para estas sustancias medicinales se ha agotado", explica Sabri Abu Shnaineh. "Nada más saber que no había anestesia, me entró ansiedad y me temblaba todo el cuerpo. Sentí terror y no puedo ni recordarlo", zanja Dina. El médico le prometió que no duraría mucho, pero en la misma habitación donde pariría había decenas de personas hacinadas, ya que los hospitales servían como refugio ante los ataques, aunque también han sido objetivo de las bombas en varias ocasiones. Del nacimiento de su tercer hijo, Dina también recuerda el viaje mortal por carreteras destruidas y plagadas de baches. Eso sí, tuvo la suerte de que una familia cerca del campamento de refugiados de Al-Mawasi decidió acogerla en su casa para protegerse del frío de diciembre.

En estas circunstancias, la salud de la madre y el niño siguen viéndose afectadas. "Los continuos desplazamientos y la malnutrición son factores que aumentan los nacimientos prematuros. Hay complicaciones para la madre y para el bebé", arguye la matrona. Las mujeres optan por dar a luz en una choza porque la falta de transporte les impide llegar a hospitales y les obliga a arriesgar sus vidas. "Los abortos espontáneos están a la orden del día", afirma. Y cada vez son más los recién nacidos que necesitan incubadoras.

"A mis hijos les digo todo el rato que me perdonen si les pasa algo y que les quiero con todo mi corazón", dice. Las madres llevan a sus espaldas una carga de montañas mientras el monstruo de la guerra lo devora todo. "Según las órdenes que nos han dado, van a arrasar con todo. Nos vamos a morir", concluye.

La escasez de alimentos ha quebrado la fortaleza de estas madres y el bloqueo de la ayuda humanitaria ha mermado sus fuerzas. "No tengo energía ni para moverme", expone Dina. Las bombas compiten con el hambre: "El día que lográbamos comer, los niños aplaudían de felicidad. Me siento muy culpable, ahora están en una fase clave del crecimiento. Lo más doloroso es elegir a quién de tus hijos alimentas. Un día conseguí una pieza de fruta y se la di al más pequeño y los mayores me miraban asombrados", confiesa.

Naciones Unidas declaró en agosto la situación de hambruna en Gaza. Un informe reciente de seguridad alimentaria destacaba que más de medio millón de personas en Gaza padecen inanición generalizada e indigencia. El Alto Comisionado para los Derechos Humanos reitera que se trata de un crimen de guerra. Y Dina coincide: "El hambre nos está matando". Ha olvidado el sabor de la fruta, la verdura, el pollo, la carne o el pescado, productos tan lejanos cuando un plato sencillo cuesta unos 100 dólares (unos 85 euros).

El último análisis de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (IPC, por sus siglas en inglés), publicado en agosto, señalaba que la mayor parte de la población en las gobernaciones de Gaza, Deir al-Balah y Jan Yunis se enfrentaría a una situación de hambruna al acabar septiembre. Más de 640.000 personas se encuentran en el nivel de "catástrofe" por una escasez extrema de alimentos, hambruna, indigencia y muerte.

El hambre no escapa a los recién nacidos: Save the Children asegura que están viendo un aumento de recién nacidos que están gravemente desnutridos. "Atendemos a mujeres embarazadas que también están gravemente desnutridas, por lo que dan a luz a bebés con un peso inferior al normal y esto pone sus vidas en grave peligro", explica a este medio la directora de proyecto en Gaza de Save the Children Georgia Tacey, que ha visitado la Franja en varias ocasiones. Además, las madres no cuentan con leche materna para alimentar a los recién nacidos.

El análisis del IPC concluía que más de 41.000 niños menores de cinco años corrían riesgo de muerte y 55.500 casos de mujeres embarazadas y lactantes sufren desnutrición aguda en todo el territorio. Médicos Sin Fronteras, que cuenta con un equipo dedicado al seguimiento de la lactancia materna, advierte que el principal escollo es la falta de una alimentación adecuada. La desnutrición de las madres agrava la malnutrición infantil. "Hay casos de enfermedades y complicaciones por la malnutrición de los recién nacidos en las guarderías y, como consecuencia, se han introducido los cuidados intensivos", explica la matrona de MSF en la Franja.

Esta masacre ha sido letal para la infancia, al menos 20.000 niños y niñas han sido asesinados por las bombas. Miles han quedado mutilados y convivirán con una discapacidad crónica. Muchos no pueden moverse porque no quedan muletas en ninguno de los puntos de salud. "La infancia está rodeada de dolor, de adultos que han quedado traumatizados; muchos de los niños han perdido al menos a uno de sus progenitores y, a veces, a los dos. Otros han tenido varias familias de acogida, se han estado mudando de familia en familia", señala la directora de proyecto en Gaza de Save the Children.

En su último informe, 'Futuros perdidos', alertan de consecuencias catastróficas para la infancia: provocará un aumento de la mortalidad infantil, debilitará el sistema inmunitario, retrasará el crecimiento y el desarrollo cognitivo, elevará el riesgo de enfermedades crónicas, etc. "Una de nuestras principales preocupaciones es el impacto a largo plazo de la malnutrición. Por eso, cada día que pasa, los niños mueren a causa de enfermedades que no se pueden prevenir porque su salud está muy deteriorada. Beben agua contaminada, consumen patógenos transmitidos por el agua y mueren innecesariamente por culpa del hambre", dice la portavoz de Save the Children.

¿Cuáles son los efectos de la desnutrición en los bebés?

La desnutrición infantil que se vive en Gaza causa un daño sistémico progresivo que afecta a la energía corporal, los órganos y, en último término, el desarrollo físico y cognitivo.
24-48 horas. Cuando un niño deja de recibir alimento suficiente, el organismo recurre a sus reservas de glucosa en el hígado y los músculos. Si falta glucosa, el cerebro pierde energía. El niño se vuelve débil, irritable y apático y experimenta mareos.
Primera semana. Para producir glucosa, el organismo descompone las proteínas de sus propios músculos y quema sus reservas de grasa. El niño pierde masa muscular rápidamente, los huesos y articulaciones se debilitan, el crecimiento se detiene... El cuerpo está literalmente devorándose a sí mismo.
A partir de la segunda semana. El cuerpo sigue descomponiendo proteínas, pero ahora de los órganos: corazón, hígado, riñones e intestinos. Esto provoca el inicio del colapso.
Más de 2-3 semanas de desnutrición. Llegan los fallos multiorgánicos, punto de no retorno. Los riñones colapsan incapaces de filtrar las toxinas acumuladas. El cerebro se atrofia y el desarrollo cognitivo quedará afectado para siempre. El sistema inmune está destruido. La muerte puede llegar por septicemia, insuficiencia orgánica o paro cardíaco.
Para quienes sobreviven, la desnutrición severa deja marcas indelebles. El retraso del crecimiento se vuelve permanente. La anemia, problemas de vista, el raquitismo y la predisposición a infecciones fatales como neumonía o diarreas acompañarán a estos niños toda su vida.
Los déficits cognitivos son irreversibles. Estudios muestran una caída en el CI de hasta 15 puntos. Problemas de memoria, atención y aprendizaje generan una brecha educativa de por vida. Sin olvidar el daño psicológico: mayor propensión a ansiedad, depresión, baja autoestima, apatía y enfermedades mentales.
Solo en agosto, se diagnosticó malnutrición aguda a 12.800 niños y niñas en Gaza, así que esta secuencia se desarrolla a escala masiva. La desnutrición roba el presente de la infancia e hipoteca su futuro.

"Muchos niños hablan de querer suicidarse. Ya sea por la muerte de sus padres, la destrucción de su hogar, [porque] tienen hambre y están tan agotados que no duermen por la noche debido a la cantidad de bombardeos y a las tiendas de campaña superpobladas en las que viven", argumenta Tacey. Han perdido la esperanza, están enfadados y frustrados donde quiera que miren, hay cadáveres y destrucción. "No entienden por qué los líderes mundiales no han acudido a rescatarlos", zanja.

En los conflictos, los niños siempre han demostrado ser resilientes, recuerda: "Hemos visto a niños recuperarse aprovechando su resiliencia natural y ser capaces de superar circunstancias tan difíciles, pero va a ser difícil superar este nivel de devastación", explican desde la organización especializada en la infancia. A Dina le horroriza pensar en el futuro de sus hijos, está convencida de que este trauma les acompañará durante toda su vida.

Los niños de hoy serán los adultos de mañana y la falta de acceso a la educación se percibe como una amenaza. "A pesar de la destrucción de las escuelas y todas las instalaciones educativas, formé parte del equipo que se esforzó y se esfuerza por mantener la educación para salvar a los niños, cuya única culpa es ser de Gaza", dice Nurhan Mahmud Al Farrah. Esta maestra de 29 años, madre soltera de una niña de siete años, no ha dejado de impartir clases voluntariamente. El primer año de guerra consiguió que sus alumnos finalizaran su formación. Junto con otros compañeros, montaron una jaima colindante con la misma escuela en la que daban clases antes de la guerra. "La idea es que los niños pudieran encontrarnos", explica. "Mi alegría fue indescriptible al ver que, a pesar de esta agresión, la educación no se había interrumpido", dice emocionada porque estuvieron impartiendo clase en una jaima improvisada. Sin embargo, nada más comenzar el segundo curso, "nos ordenaron evacuar inmediatamente la zona en la que nos encontrábamos y que nos fuéramos a Al-Mawasi o Al-Bahr.

Dina explica que la formación online es muy difícil de implementar. "Lleva mucho tiempo y no tenemos el material ni la conexión suficiente", denuncia. Antes de la guerra, Gaza tenía una de las tasas de alfabetización más altas de Oriente Medio. "El impacto en la educación de los niños es enorme, pero también por el trauma que están viviendo. Incluso si las escuelas abrieran mañana, su salud mental y física está tan deteriorada que no podrían retomar la escuela donde la dejaron y continuar con su educación", denuncia Tacey. Además, muchos de los profesores han sido asesinados.

Es una situación que ha agotado a todos sin excepción, dice Nurhan, aunque los más vulnerables son los niños, que viven en condiciones muy duras y privados de sus derechos más básicos. Se han vuelto nerviosos, sus mentes están dispersas y su capacidad de comprensión es escasa. "¡Sus ambiciones y sus sueños han cambiado!", concluye. Ve que su hija de siete años tiene como única meta salir de este país, lejos de la destrucción y el miedo para tener acceso a alimentos saludables, beber agua potable, vivir en una casa cálida y dormir en una cama limpia. "Nuestros sueños se han hecho añicos, pues la guerra nos ha arrebatado mucho", sentencia la maestra.

Créditos

Coordinación de contenidos: José Á. Carpio | Diseño:Sonia San José y Víctor Meneses (InfografíaRTVE · Hiberus) | Maquetación: Sonia San José (InfografíaRTVE · Hiberus) | Infografías: Jorge Moreno y Víctor Meneses (InfografíaRTVE · Hiberus) | Foto de apertura: Abdallah F.s. Alattar / Anadolu vía Getty.