Ibiza, la isla blanca


En el mes de febrero, un grupo de veteranos visitamos Ibiza, y la mayoría de ellos uno de los días pasamos en ferry a Formentera.
Nos hospedamos en Es Canar, costa nororiental, cerca de Santa Eulària, uno de los cinco municipios de la isla de Ibiza, que tiene fama de ser el más tranquilo, donde están prohibidas las grandes discotecas, atracción por la que ha adquirido fama la isla en los últimos años; en esta época, que llaman “fuera de temporada”, la isla en general estaba tranquila, lo que nos permitió, junto con el buen tiempo, disfrutar de sus encantos. Santa Eulària tiene un hermoso paseo marítimo, un riachuelo —el único de las Baleares—, una pequeña iglesia en la cima de una colina y, al lado, un museo etnográfico digno de mención.
Museo etnográfico Julián del Santo. Teresa Morneo
El segundo día por la tarde correspondió a la costa occidental; salimos desde el puerto de Sant Antoni en un catamarán que nos acercó a la isla Conejera, a las calas Salada y Saladeta, y nos desembarcó en Cala Bassa. Al regresar, tras avistar peces y praderas de posidonia en el fondo marino, pudimos contemplar la puesta de sol en el mar.
En Cala Bassa Julián del Santo. Teresa Morneo
El tercer día visitamos Eibissa, la capital. La guía nos condujo desde el puerto hasta la catedral en lo alto de la ciudadela rodeada por la sólida muralla renacentista, Patrimonio de la Humanidad; así recorrimos las viejas calles empinadas con casas históricas que en los años 50 y 60 del siglo pasado reformaron y habitaron famosos de las letras y las artes. En otra zona de Eibissa se encuentra la necrópolis púnica y el Museo arqueológico de Puig des Molins, así llamado por los molinos de viento, de los que subsiste alguno cerca, como también en Formentera. En la antigüedad, Ibiza mantuvo relaciones con todo el Mediterráneo, según se deduce de los objetos hallados que se muestran en Puig des Molins. Las importaciones de cerámica griega fueron frecuentes sobre todo a partir del siglo IV a. C. con abundantes vasos áticos; además de la cerámica campaniforme de la Magna Grecia a partir del III, también hay algunos objetos de procedencia egipcia.
Por la noche en Sant Josep asistimos al espectáculo “Te lo digo cantando”, que sirve como introducción a lo que es Ibiza en “temporada”.
Otro día viajamos con guía al sur de la isla, donde está el Parque nacional de las Salinas, próximo al aeropuerto. Zona protegida, prohibida la edificación, solo se ven las casitas blancas de los antiguos moradores. Visitamos un centro de interpretación donde se exponen disecadas las aves que habitan las marismas: garza, cormorán, tarro blanco, chorlito patinegro, águila pescadora, flamenco, avoceta común, ánade azulón y muchos más. Pasmos por cala Llonga, cala Vadella, Escuves y el puerto de Sant Josep. A la vuelta desde el bus divisamos la isla Es Vedrá, peñasco enorme, que también se divisa desde Formentera. Otra jornada nos llevaron al interior de la isla, sin bloques turísticos, y en una masía degustamos los productos típicos: longaniza, sobrasada y pan de higo, con licores y vinos de los viñedos que contemplamos al acercarnos al lugar. Nuestra curiosidad por conocer lo que entraña la isla nos hizo ir en un trencito que se adentra
donde no puede hacerlo automóvil alguno; desde él vimos los campos, unos cultivados, otros descuidados, todos ellos con algarrobos, higueras y almendros. Tierras rojizas, excelentes también para cultivar patatas, pero que ahora no se trabajan porque la isla está volcada en el turismo, recurso que proporciona el 85% de su economía. Visitamos un mercado hippy en San Carlos. En San Miquel es de destacar su Iglesia fortaleza, desde la que se avistaban los barcos piratas abundantes en los siglos XVI, XVII y XVIII, y, al borde del mar, la cueva de Can Marçà.
Como siempre, felices de haber compartido jornadas con viejos y queridos compañeros de RTVE.